Iniciación a la escritura creativa UPZ - La extraña


Mi mujer me miraba desconcertada. Encogí los hombros y recuperé la compostura.

—No te preocupes, Jacqueline, hay una loca en la calle montando jaleo —le dije con calma—, voy a bajar al bar, ¿quieres que te suba algo de comer?

Negó con la cabeza mientras se tapaba con la manta. La arropé y le di un beso en la frente.

Abrí la puerta sin hacer ruido y salí al pasillo temiéndome lo peor. Pero ahí no había nadie. Aguardé unos minutos. Nada, solo el murmullo de los huéspedes de las otras habitaciones.

Aliviado, solté una risilla. 

—¿Cómo puedes ser tan imbécil, Mateo? —me dije sacudiendo la cabeza. 

Esa mujer no se dirigía a mí, seguro que había otro hombre en un balcón cercano.

Bajé en el ascensor y al llegar a la planta baja, el olor a comida hizo que me rugieran las tripas. Encargaría la cena y, mientras la preparaban, picaría algo sentado en la barra.

Pero todos mis planes se desbarataron en cuanto llegué a la puerta del bar: Ahí sola, sentada en una mesa, estaba esa mujer con una gran taza de café entre las manos. En cuanto me vio, sonrió.

Me giré por inercia en busca del hombre que, por casualidad, tenía que haber llegado a la vez que yo. Pero estaba yo solo en la puerta. 

Al verme tan perplejo, amplió su sonrisa y me hizo un gesto con la mano para que ocupara una silla vacía. Vacilé.

—Venga, Mateo, siéntate conmigo —dijo impaciente.

Obedecí, no me quedaba otra. Estaba claro que nos conocíamos, pero ¿de qué?

La mujer bebió un largo trago de café mientras me observaba con satisfacción. Parecía haberse olvidado del mal humor.

—Madre mía, ¡qué joven estás! —dijo tras limpiarse los labios. Se agachó para sacar de su bolso un cuaderno muy desgastado y lo plantó delante de mí.

Lo abrí por una parte al azar y enseguida reconocí mi propia letra. Lo agarré para verlo más de cerca. Había apuntes míos por todos lados, solo que yo no recordaba haberlos escrito.

—¿Qué es esto? —pregunté sin poder apartar la vista de las hojas.

Ella me miró con complicidad.

—Es nuestra promesa.

Levanté la vista para mirarle a los ojos.

—¿Nuestra promesa? —No entendía nada.

Ella me agarró la mano. 

—Tú aún no me conoces, pero dentro de unos años nos prometeremos que si alguna vez conseguimos controlar el tiempo, viajaremos al pasado para corregir nuestros errores. Yo el tuyo y tú el mío. —Su gesto se volvió taciturno— Tu nunca llegarás a corregir mi error. Pero yo estoy aquí para corregir el tuyo. —Apretó mi mano—. Sé que va a sonar extraño, pero hazme caso: deja a Jacqueline. Esa mujer te destrozará la vida.

¿Viajes en el tiempo? ¿Dejar a Jacqueline? Todo sonaba tan disparatado que debería haberme largado de ahí en ese mismo momento. Pero lo que hice fue pedir un café y volver a ojear el cuaderno. Tenía demasiada curiosidad. La miré y levanté una ceja.

—De acuerdo, cuéntame más. 


Ejercicio curso de escritura creativa - Iniciación  - DESENLACE: Escribir un relato de unas 400 palabras que constituya un desenlace al relato de Javier Marías

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