La herencia de la tía Guadalupe

Ferdi abrió la puerta del piso con dificultad y buscó el interruptor con la mano para descubrir que no funcionaba. Dentro estaba oscuro, sacó el móvil y encendió la linterna. Si no recordaba mal, el cuadro de luces estaba nada más entrar a la derecha. 

Marta lo observaba desde el rellano con los brazos cruzados, seguía sin creerse que todo eso estuviera pasando. En cuanto vio a su ahora marido traspasar el umbral, dio un suspiro y lo siguió. 

El ambiente denso y el olor a cerrado estuvieron a punto de hacerla salir de nuevo. Escuchó un clac y la bombilla se encendió, iluminando un largo pasillo con varias puertas a los lados y otra al fondo. Todas ellas cerradas. 

Ferdi soltó una risotada y se giró para mirarla con ilusión. Marta forzó una sonrisa. Nada le gustaría más que poder unirse a la felicidad de su reciente marido, pero solo podía pensar en los tres dedos de polvo que tenía ese recibidor tan hortera que había en la entrada. Estaba claro que el piso llevaba mucho tiempo cerrado.

—Mira, Galletita, está todo igual que cuando era pequeño.

Ella asintió sin ganas y miró a su alrededor. Aquello no había por donde cogerlo. Iban a necesitar semanas de limpieza para adecentar ese sitio. ¡Y solo habían visto el pasillo!, le aterrorizaba entrar en el resto de habitaciones. 

Fue entonces cuando los vio encima del aparador, ahí quietos, mirándola con sus caritas desprovistas de sentimientos. Dos querubines de porcelana descoloridos y cubiertos de suciedad. Desde ahí arriba la observaban. Y también la juzgaban.

El llanto de su marido la sacó de sus pensamientos. Ella se le acercó.

—Ay, Melocotoncito —dijo Ferdi con tristeza—  No puedo creer que la tía Guadalupe haya fallecido. ¿Tu sabes lo que nos quería?

Marta evocó a la tía Guadalupe, una vieja altiva e irritante. La conoció muy mayor, cuando ya estaba en la residencia. Nunca tuvo un buen gesto o le dijo una palabra amable. Estaba segura de que adoraba a su sobrino, pero a ella…: a ella no la podía ni ver. 

Y estaba muy feo reconocerlo, pero el sentimiento era mutuo. 

—Mucho, Ferdi, nos quería muchísimo. ¡Fíjate si nos quería que nos ha dejado en herencia su piso! —le dijo mientras acariciaba su pelo. 

Sí, ese cuchitril, que ni siquiera estaba en un buen barrio. A uno de los querubines se le escapó una risilla.

Ferdi se secó las lágrimas y la miró.

—Caramelito de limón, ¿puedes creerte que este vaya a ser nuestro nuevo hogar?

Marta volvió a forzar una sonrisa, pero su respuesta fue sincera.

—Es increíble, Ferdi. Jamás hubiera imaginado algo así.

Esta vez fue el otro angelote el que soltó una casi imperceptible carcajada a su espalda.

—Vamos, Pastelito de Tiramisú —dijo su marido cogiéndola de la mano y avanzando hasta la puerta del fondo —quiero que veas primero el salón. ¡Es una maravilla!

—Claro, Amor, estoy deseando verlo —contestó, intentando ponerle ganas.

—Mentirossssa —sisearon los dos querubines al unísono. Marta se giró para dedicarles una mirada acusadora. 

Ferdi abrió la puerta y soltó su mano para subir la persiana. Cuando Marta volvió la vista al frente se encontró con una sala enorme, soleada, con una vista preciosa al parque y llena de trastos, pero también de posibilidades. 

Avanzó, dio un par de vueltas por la habitación y, por primera vez, se dejó contagiar por esa ilusión. 

Igual no todo era tan malo.

—¿Qué te parece, Calabacita?

Su marido la miraba esperando una respuesta, Marta le abrazó y le dio un apasionado beso en los labios.

—¡Me encanta! —le dijo acariciando su mejilla. Echó un vistazo al pasillo para volver a mirar a los angelotes, que cuchicheaban algo entre ellos—. Pero tendremos que empezar tirando muchas cosas.


Escena número 64 · Noviembre 2024
Escena: un relato que contenga las palabras: lápida, zapato y actriz.
Reto opcional: incluir en el relato la frase: “En la lápida no había ningún nombre”.
El texto está corregido y modificado según los acertados comentarios de mis compañeros de taller.
Relato nº 80 -  incluido en la Recopilación de textos del taller "Móntame una escena" 
https://www.literautas.com/es/taller/textos-escena-64/

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