Observo a mis contrincantes sentados alrededor de la mesa. Son buenos, es difícil leer en sus caras la jugada que tienen en mente. Pero a mí eso no me hace falta.
Me ha costado un huevo meterme en esta timba. Ya no es el pastizal que me he dejado para participar, si no el conseguir hacerme un hueco en este ambiente y que se me permita enfrentarme a este tipo de gente: mafiosos, traficantes…, vamos, lo mejorcito de cada casa. Somos cinco y estoy seguro de que soy el único que no va armado. Pero, creedme, eso tampoco me hace falta.
Llevan toda la partida mirándome con soberbia, incluso se les ha escapado alguna risilla insolente al descubrir mis manos. Hay mucho dinero en juego. Ellos están contentos, satisfechos. Seguros de que van a desplumar a un mindundi como yo.
El croupier me lanza una mirada impertinente, es mi turno, todos esperan mi jugada. Le doy un largo trago a mi vaso de whisky, tuerzo la boca con una sonrisa y coloco todos mis billetes en el centro de la mesa.
—All in —digo con voz firme.
El tío que tengo sentado a mi izquierda suelta un gruñido. Tiene un full de sietes y ases en la mano y está convencido de que voy de farol, aún así tarda unos segundos en pronunciarse.
—Lo veo —dice con un ligero temblor en su voz que corrige con un carraspeo.
El siguiente no tiene nada. Ni una triste pareja. Ha ido demasiado lejos aguantando hasta ahora. Él lo sabe, yo lo sé, el resto de jugadores lo saben, el croupier lo sabe. Es tan obvio que hasta vosotros, que ni siquiera estáis presentes en la partida, lo sabéis. Pese a todo, no cambia su conducta arrogante y lanza con desdén las cartas sobre la mesa. Chasquea la lengua y lanza un sonoro suspiro. Esta noche le ha tocado perder.
El tercero es el más sensato y se ha retirado en el turno anterior para conservar su dinero y dignidad. Tenía dobles parejas de jotas y nueves. Nos observa divertido desde su privilegiada situación, mientras se fuma un cigarro.
A estas alturas os estaréis preguntando cómo narices tengo toda esta información. Pensaréis que soy un tramposo, que estoy asociado con el croupier, que las cartas están trucadas, que tengo una cámara oculta… Y no. Os juro que no es así. Aunque para ser sincero, sí estoy asociado con alguien. Pero os aseguro que está muy lejos de esta mesa.
El cuarto me pone nervioso. Tiene una jugada buenísima, un póker de reyes. Pero no se termina de fiar. Necesito que le eche huevos para llevarme todo su dinero. Nos observa a los dos que quedamos y yo le miro con la misma cara de imbécil que llevo manteniendo toda la partida. Se lo piensa, pero al final se decide.
—Hemos venido a jugar ¿no? —dice con una sonrisa mientras coloca sus fajos de billetes en el centro de la mesa.
Cierro los ojos para saborear la triunfal victoria y muestro mi mano: esta vez he tenido suerte, es una preciosa y ganadora escalera de color. Los otros tiran sus cartas sobre la mesa y yo me levanto a recoger el dinero.
Esto no entra en sus planes y no me lo van a permitir. El tío que se sienta enfrente saca una pipa y me apunta a la cara.
—Deja eso ahí —me murmura con tono amenazante.
El resto sacan también sus armas. No me pilla por sorpresa, de hecho, es precisamente lo que yo esperaba. Les sonrío y empiezo a susurrar un perverso salmo que me conozco de carrerilla.
En un tremendo estruendo metálico, el suelo se abre y emergen unas espeluznantes criaturas que atacan sin piedad a los hombres. Ellos gritan, lloran, disparan, se arrastran, rezan. Pero no tienen nada que hacer. Nunca han tenido nada que hacer. Da igual que gane o pierda, yo siempre llevo un as en la manga. Los demonios los atrapan, los arañan, los desgarran. Y entre alaridos de agonía, se los llevan con ellos al inframundo.
Cuando el caos se calma, el suelo se cierra y todo vuelve a estar como si no hubiera pasado nada. Solo queda el croupier que me mira horrorizado. Recojo todo el dinero, le dejo un fardo de billetes de propina y salgo por la puerta.
Esta noche me voy a correr una buena juerga, satisfecho y orgulloso de haberle conseguido otras cuatro almas a mi amo, el Diablo.
Escena número 66 · Enero 2025
Escena: un relato que se titule Un as en la manga.
El texto está corregido y modificado según los acertados comentarios de mis compañeros de taller.
Relato nº 22 - incluido en la Recopilación de textos del taller "Móntame una escena"
https://www.literautas.com/es/taller/textos-escena-66/
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