Rápido.


—¿Has visto eso? —dijo mientras observaba la carretera— ¡Ése coche iba a toda velocidad!

—No, lo siento, no estaba mirando —contestó distraído.

El pequeño arrugó la cara con visible enfado y se cruzó de brazos resoplando.

—¡Nunca me haces caso!, siempre estás en las nubes.

El joven miró a su hermano pequeño. Sí, es cierto que últimamente estaba un poco ausente. Pero es que tenía tantas cosas en la cabeza que le resultaba complicado centrarse. Se giró a observar la carretera desde su ventanilla. Su padre iba sentado en frente  de él conduciendo el coche, y su madre sentada en el asiento del copiloto hablaba con alguien por el móvil. La presencia más cercana era la de su hermano pequeño que no paraba de asomarse a las ventanillas.

—Mira, mira, ¡una vaca! —dijo de nuevo el pequeño agitándolo y sacándolo de sus pensamientos.

—¿Has visto esa vaca? —le preguntó su hermano emocionado.

—No, no. No he visto nada.

El pequeño empezó a murmurar algo, pero enseguida volvió a pegarse a la ventanilla para ver algo que le llamaba la atención.

En ese momento deseó ser como su hermano, mirar el paisaje, mirar las casas, mirar los árboles, mirar las montañas... él, en ése momento solo lograba ver formas borrosas que pasaban a toda velocidad y las aburridas rayas pintadas en la carretera.


Taller de literatura de Ángel Longás - Tema "Ver y mirar"

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