Germán era muy grande para su edad; era con diferencia el
niño más alto de su clase. Además rebosaba tal energía que era incapaz de
mantenerse quieto en un sitio. Tampoco conseguía prestar mucha atención a lo que
decía su profesora, aunque la verdad es que le importaba poco. Lo que quería
era salir al recreo a perseguir a las chicas o a jugar a fútbol, bueno, en
realidad él se hacía con la pelota y el resto de niños intentaban quitársela en
vano. Incluso cuando les mandaban dibujar, que era lo que más le gustaba hacer,
no podía evitar el moverse nervioso en su silla, hacer ruidos con la boca
mientras usaba sus lápices y rajar los folios, cuando las minas estaban
demasiado afiladas.
Ese día había terminado pronto los deberes, o eso creía su
madre, ya que había escondido unos ejercicios de matemáticas que no le apetecía
hacer, y jugaba en la mesa de la cocina con sus dinosaurios de
plástico.
Su madre preparaba la cena a la vez que estaba pendiente de
su hermanita pequeña, Lola, de apenas unos meses, que dormía plácidamente en un
canasto sobre la silla.
—Germán —le dijo de pronto su madre—, ¿le has
escrito ya la carta a los reyes magos?
Al niño se le iluminó la cara, como si la idea se le acabara
de ocurrir a él. Bajó de la silla de un salto, a punto estuvo de hacerla caer
al suelo y fue corriendo a su dormitorio a coger su cuaderno grande, donde
solía dibujar, y su estuche de pinturas. Corrió hacia la cocina de nuevo y con
un gran estruendo estampó el cuaderno contra la mesa, haciendo volar algún
dinosaurio y por supuesto despertando a su hermana.
Aún no se había acostumbrado a no ser el único, y la mirada
de reproche que le propinó su madre mientras cogía a la pequeña en brazos, le
dolió un poquito por dentro, como un pequeño pinchazo. Pero es que tenía tantas
ganas de escribir esa carta...
—Germán, corazón, no seas tan bruto —le dijo en tono
suave su madre acunando a su hermana.
Germán bajó la mirada y susurró un 'lo siento' casi
inaudible, aunque realmente no lo sentía en absoluto. Abrió el cuaderno por una
hoja en blanco, cogió una pintura al azar y empezó a escribir con letra grande
y descuidada:
"Queridos reyes magos: "
Acto seguido, levantó el cuaderno y estudió lo que había
escrito. Quizá una pintura rosa no era lo más indicado para escribir a sus
majestades, además debía hacer buena letra, ya que su profesora nunca la
entendía bien. Y él quería que los reyes le entendieran bien.
Arrancó lo a hoja, hizo una bola con ella y la encestó en la
papelera con un mate perfecto. Lástima que no estuvieran allí sus amigos
para vitorearle. Rebuscó en el estuche el bolígrafo de tinta borrable que
habían empezado a usar ese año y, cuando estaba apunto de empezar, apareció su
padre por la puerta de la cocina.
—¿Qué haces Germán? —le preguntó después de saludar a
su esposa y coger a Lola en brazos.
—Estoy escribiéndole a los Reyes, papá —dijo intentando
no parecer entusiasmado, aunque no era algo que pudiera ocultar fácilmente. Su
padre sonrió.
—Sabes que los Reyes Magos sólo les traen cosas a los niños
que se portan bien, ¿verdad? —le dijo revolviéndole el pelo—. Ellos
ven todo lo que haces.
Germán volvió a sentir ese pinchacito por dentro: él no se
portaba bien. Nunca lo hacía. Incluso cuando se lo proponía, siempre terminaba
haciendo algo. Pero es que no lo podía evitar. Se centró de nuevo en la carta,
y esmerándose en su caligrafía empezó de nuevo:
"Queridos Reyes Magos:
Este año no me he portado demasiado bien: no he sido muy
obediente, ni con mis papás, ni con la profe. Tampoco he hecho los deberes
siempre que me los han mandado. Me he metido con las niñas de clase, les he
pegado a algunos niños. Y me he burlado de la profesora muchas veces.
En casa, la verdad es que he ayudado poco, mi cuarto está
desordenado, y a veces he despertado a mi hermanita y le he hecho llorar.
He hecho algunas trastadas; en vacaciones usé los petardos
sin que mamá lo supiera; fuimos con las bicis al otro lado del pueblo; le corté
el pelo a Toby, que tenía calor. También pinté los libros de mamá; rompí las
películas que no me gustaban para que me compraran otras nuevas; le quité
los juguetes a Juan... es que tiene muchos.
Hay mas cosas, pero es que ahora no me acuerdo, si vosotros
me habéis estado viendo todo el año seguro que ya las sabéis. Por eso no
voy a pediros ningún regalo para mí; por que sé que igual no me lo merezco.
Pero me gustaría pedirlos para Lola, mi hermanita pequeña, que aún no sabe
escribir, bueno tampoco sabe hablar. Pero yo puedo saber lo que quiere, porque
soy su hermano mayor; y esas cosas se saben.
Lola quiere un osito de peluche rosa, con flores de colores
y lazos y un corazón rojo en el centro. Y que sea muy bonito y grande y suave.
También quiere un libro para pintar con muchas hojas y dibujos bonitos, así
como de Spiderman, o de Hulk. Otra cosa que le gustaría mucho es un helicóptero
teledirigido como el que tiene Pablo, pero mas grande, para poder luchar contra
él. Y un disfraz de pirata, para cuando sea mayor, más o menos como yo, con su
espada, su barba y su parche en el ojo. Y cromos, y un balón, y coches para el
Scalectrix, y muchos Playmobil. Y juegos para la Nintendo DS. Y bueno, un
biberón rosa, que el que tiene es verde y no es muy de chica.
Espero que traigáis todo lo que os pido, porque no quiero
que Lola se ponga triste, y mi trabajo como hermano mayor es hacer que ella
esté bien.
Os recuerdo que vivimos en el quinto C, en la casa que tiene
un árbol de navidad blanco en el balcón. Si le llevais los juguetes al piso de
arriba, se los quedará la señora María, que es muy mayor y no jugará con ellos.
Gracias y feliz navidad.
Germán"
Taller de literatura de Ángel Longás - Tema "Carta a los reyes magos"
Comentarios
Publicar un comentario