Literautas - escena 51 - El Poeta

A Tristán nunca le habían pegado en la cara, así que recibir el puñetazo le pilló totalmente por sorpresa. Era delgaducho y bajito para su edad, por lo que era un blanco fácil para los abusones.
Esta vez habían esperado a salir de la escuela para asaltarle en el parque donde ningún profesor pudiera defenderle.

—¡Empollón! —gritó el que le había zurrado—. Tu mamá estará contenta de que te hayan dado el premio al más friki.

Los otros niños estallaron en carcajadas. Tuvo que esforzarse para no llorar, pues era eso lo que buscaban.

—¿Qué pasa aquí? —Una voz adulta disolvió el corro que se había formado, dejando a Tristán solo en el suelo.

—¡Sé quiénes sois! ¡Me he quedado con vuestras caras! —les gritó el hombre al verles correr.

Tendría poco más de treinta años. Era alto, muy delgado y tenía varios tatuajes en los brazos. Miró al chico con una sonrisa amable y le tendió la mano.

—¿Estás bien, chaval? —le preguntó ayudándole a levantarse.

Tristán se sacudió la ropa. Se sentía mareado y le dolía la cara, pero le aliviaba que todo hubiese acabado. Miró al hombre y asintió con la cabeza. Éste se agachó para examinarle el golpe.

—Mmm…, no tiene buena pinta —le dijo revolviéndole el pelo—, pero creo que sobrevivirás.

Tristán sonrió tímidamente y empezó a recoger los libros que estaban esparcidos por el suelo. El hombre le ayudó.

Le resultaba familiar, sobre todo esos profundos ojos marrones: le recordaban a alguien.

—Gracias —susurró y sin decir nada más echó a correr.

El hombre soltó una carcajada.

—¡No hay de qué! —gritó, despidiéndose con la mano.

Tristán llegó enseguida a casa. Ansioso, empezó a contarle a su madre que había ganado el primer premio de relatos del colegio.

—¿Quieres dejar esas chorradas y dejarme ver la tele? —le regañó ella desde el sofá.

Tristán la miró con pesar.

—Pero, mamá, es importante para mí… —se quejó.

Como respuesta su madre subió la voz del televisor con el mando a distancia. Estaban en la prueba final del concurso y quería saber si ganaban el coche.

El pequeño dio un suspiro y cerró su cuaderno manchado de barro.

—No me extraña que te peguen en clase —murmuró la mujer. Tristán hizo una mueca y se acarició la mejilla.

Lo cierto es que a los ocho años su vida ya era un desastre.

Vivía con su madre en un piso a las afueras. Ella no tenía instinto maternal, le recordaba continuamente que había sido un error y que cuidaba de él porque así lo dictaba la ley.

Su padre era un idiota, o al menos eso decía ella. Lo llamaba “El Poeta”, contaba que siempre tenía la cabeza llena de parajillos. Él no podía opinar porque no lo conocía.

Se dirigía a su dormitorio cuando se paró en espejo del pasillo para mirarse el golpe de la cara. Fue entonces cuando lo vio: sus ojos eran exactamente iguales que los del hombre. ¿Cómo no se había dado cuenta antes?

No lo pensó, salió de casa corriendo y cuando llegó al parque, enseguida lo encontró sentado en un banco mientras fumaba. Se le acercó sin tener claro qué decirle. El hombre le miró y le sonrió.

—A mí también me pegaban de pequeño —le dijo el hombre—. Y era más bajito que tú hasta que di el estirón.

Tristán se armó de valor y formuló la pregunta.

—¿Tú eres El Poeta?

El hombre mostró un gesto triste.

—Hace mucho que nadie me llama así —dijo pensativo. Miró al niño mientras se sentaba a su lado. Señaló con la cabeza el cuaderno que aún llevaba en las manos—. También escribía. Aún lo hago.

Dio una larga calada y tiró el cigarro apagándolo con el pie.

—Mira chaval, siento no haber estado ahí, no sabía que existías… —Se encogió de hombros y recuperó su sonrisa—. Pero podemos empezar siendo amigos.

Tristán asintió sonriendo.

—Y eso del premio friki, ¿no lo tendrás ahí?

Al pequeño se le iluminó la cara.

—¿Quieres que te lo lea? —El hombre se recostó en el banco y cruzó las piernas.

—¡Por supuesto!

Tristán abrió el cuaderno sintiéndose feliz como nunca. Cogió aire y comenzó a leer en voz alta las líneas que había escrito a lápiz.

El hombre escuchó orgulloso cada palabra.

Para su madre tenerle fue un error. Para su padre el error era no saber que lo tenía.



Escena número 51 · Febrero 2018 - El poeta 
Escena: un relato que lleve por título una de las dos siguientes opciones: El poeta o La poeta.
Reto opcional: que el personaje protagonista sea un/a niño/a pequeño/a.
Relato nº 118 - incluido en la Recopilación de textos del taller "Móntame una escena" 
https://www.literautas.com/es/taller/textos-escena-51/

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