#52RetosLiterup - Reto 11 - Su Día de Suerte

—Aquí tiene, caballero, ¿necesitará alguna cosa más? —me preguntó la dependienta cordial, con una sonrisa demasiado forzada en el rostro— Tenemos de oferta…

—No me interesa, con esto es suficiente —le corté de forma seca. No tenía tiempo para tonterías. La joven no pudo evitar hacer una pequeña mueca de disgusto pero, como una buena profesional, se recompuso enseguida.

—De acuerdo, serán ciento treinta y dos con noventa y nueve por favor. —En ese momento caí en que no llevaba dinero encima, y que no era buena idea pagar con tarjeta. Lo último que quería en ese momento es que la compra se relacionara con mi nombre.

—¿Qué es esa oferta de la que me estabas hablando? —le pregunté para ganar tiempo mientras pensaba que podía hacer. La cajera me miró con incertidumbre.

—Tenemos dos por uno en material de jardín. —Suspiré con frustración. ¿Qué demonios querría esa chica que hiciera con material de jardín? ¿Es que una silla y una sombrilla, me iban a servir para…? Negué con la cabeza y conté en silencio hasta diez antes de continuar. Tenía que permanecer en calma.

—Pues no, no me interesa —dije después de permanecer un momento callado que incomodó a la chica. Saqué la cartera con dudas y la examiné concienzudamente para comprobar que como ya sabía, no llevaba nada de efectivo. El señor que tenía detrás tosió con impaciencia, esperando su turno. La cola de la caja se estaba empezando a llenar—. Vaya —dije fingiendo que me acababa de dar cuenta— No llevo efectivo. Aquí no se puede pagar con tarjeta ¿verdad? Voy a salir un momento al cajero y…

—Si se puede, caballero —me interrumpió la dependienta señalando el cartel que así lo indicaba pegado a un lado de la caja. Le sonreí y le dí la tarjeta algo indeciso—¿Me deja ver su DNI, señor? —preguntó la chica.

—La tarjeta es de “pin”, no hace falta —me apresuré a contestarle. No tenía ninguna gana de sacar más documentos identificativos. La chica volvió a señalar el cartel en el que ponía que era obligatorio enseñarlo en cada compra. Volví a dar otro suspiro y saqué mi carnet.

—Muy bien, señor —dijo la joven después de observar durante lo que me pareció una eternidad si el de la foto era yo. Pasó la tarjeta por el terminal y me la devolvió junto con mi identificación. Había tenido la esperanza de que no funcionara, últimamente me fallaba bastante. Pero no: ésta vez había ido como un tiro. Al ver que no tenía intención de moverme volvió a preguntarme —¿Necesitará que le llevemos la compra al coche?

—No, no es necesario —respondí rápidamente mirando hacia los lados para buscar el carro que llevaba conmigo. Una pareja de ancianos se lo acababa de agenciar y lo estaban empezando a llenar con botes de pintura. Miré el bidón de plástico, que era casi tan grande como yo, y las diez garrafas de decapante ácido que había cogido. Volví a mirar a la cajera. —¿Cuanto cobran por ese servicio?

—Joven, por favor, que no tenemos todo el día —se quejó el señor de detrás que no veía el momento de que le tocara  a él.

—Es gratuito, si me da un momento, llamo a un compañero para que le ayude —dijo ella levantando el telefonillo.— No me hacía ninguna gracia que nadie se acercara a mi coche, pero no me quedaba otra si no quería seguir dando la nota.

—Vale gracias —dije apartándome a un lado y bajando el bidón y las garrafas de la cinta transportadora. Se pudo oír como la chica llamaba a un tal Martín por megafonía.

—¿Esto es lo que tiene que llevar? —dijo una enérgica voz a mi espalda que casi me mata del susto. Me giré para ver a su joven propietario y asentí con la cabeza. El mozo parecía algo tonto, pero trabajaba rápido. Cargó todo en un santiamén en un gran carro de almacén— Traiga el coche hasta aquí y lo metemos todo en el maletero.

—En el maletero no —me apresuré a decirle mientras miraba el reloj. Tenía que darme prisa. Me miró extrañado—. Lo tengo lleno —continué con una sonrisa. Mejor lo dejamos en los asientos de atrás.

—Como usted desee, caballero —dijo el joven encogiéndose de hombros mientras sacaba el carro fuera del centro comercial. Los dos nos quedamos quietos sin decir nada.

—He aparcado un poco lejos —hablé por fin—. Seguro que tienes un montón de cosas que hacer, deja aquí el carro y ya lo voy cargando yo.

—No se preocupe señor —me dijo con una sonrisa de complicidad—, si le digo la verdad, prefiero estar aquí, al aire libre. Tantas horas en el almacén lo vuelven loco a uno —dijo encendiendo un cigarro y ofreciéndome otro. Yo acepté. Le dí la primera calada y volví a mirar el reloj. Estaba tardado demasiado, era imposible que no se hubiera despertado ya—. ¿Y para qué todo esto? —me preguntó con una confianza que en ningún momento le había sido entregada— ¿Es que va a deshacerse de un cadáver? —Le sonreí y le di otra calada al cigarro antes de continuar. Pues resultaba que no era tan tonto como parecía.

—Esa es la idea —dije con aire despreocupado—. Lo que no tengo claro es si con las diez garrafas de decapante bastarán o hará falta algún otro producto… No lo he hecho nunca… ¿Tú me podrías recomendar algo?

—¿Có… cómo? —tartamudeó el chico. Seguí sonriendo, esperando una respuesta—, yo lo decía de broma. —Emepecé a reírme. Estaba claro que la mejor mentira era la verdad.

—Claro, yo también —respondí mientras tiraba el cigarro. —¿Me esperas aquí mientras voy a por el coche? —El joven asintió. Con un poco de suerte aún estaría dormida. Cuando descubrí al acercarme al coche que todo estaba tranquilo, suspiré de alivio. Miré alrededor y abrí un poco el maletero.

—Así que sigues dormida ¿eh, bonita? —le susurré mientras rebuscaba en su bolso y en su monedero, tenía unos cuantos billetes, sus tarjetas y una foto de un foto-matón. Cuando la miré detenidamente no me lo podía creer. Era ella con el del almacén. Eso sí era una casualidad, subí al coche y arranqué.

—Cárgalo todo en los asientos de atrás —le dije al chico sin bajar del coche y le ofrecí uno de los billetes de veinte que acababa de coger del bolso.

—Por supuesto, caballero —respondió el joven tirando el cigarro y cogiendo el billete con una sonrisa de oreja a oreja. Apostaría lo que fuera a que nadie era tan generoso. Cuando acabó el chico cerró la puerta trasera y se acercó a mi ventanilla. —Muchas gracias por la propina —dijo agitando el billete— Hoy es mi día de suerte, con esto invitaré a mi novia al cine. A ver si así la ablando un poco y esta noche hay “recompensa”. Usted me entiende ¿verdad?

—Claro que sí —le dije sonriendo y guiñando un ojo. Arranqué el coche y me despedí con la mano. Observé cómo el chico recogía el carro y entraba de nuevo al establecimiento— ¡Mierda! —dije para mí mismo dándole un golpe al volante. No podía fastidiarle los planes al pobre chico. En cuanto pude giré a la derecha para meterme en un camino de tierra.

—Eres un imbécil —me dije mientras abría el maletero y sacaba a la chica inconsciente dejándola en el suelo con cuidado—, ¿qué eres? ¿el psicópata romántico? ¡Joder! —seguí diciendo. No era la primera vez que me pasaba. En ese momento me di cuenta de que la chica empezaba a despertar, así que me apresuré en subir al coche y la abandoné en ese mismo camino. Puse la música a tope y conduje durante un rato. Se estaba empezando a hacer de noche. <<Bueno>> pensé, <<la cajera tampoco estaba mal>>, paré en mitad de la carretera para dar la vuelta y regresé de nuevo al centro comercial. Volvía a la caza, a ver si por fin tenía algo de suerte. 


Reto 11: Esta semana tienes tema libre pero sin descripciones: solo diálogo (y acotaciones).
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