#52RetosLiterup21 - Reto 01 - El sueño cumplido.


Adrien no se lo podía creer, por fin su sueño se había hecho realidad. Mientras le colocaban los arneses de seguridad, recordaba cuando hicieron la excursión al museo espacial en el colegio. Quedó tan impactado con todo lo que vio que desde entonces lo tenía clarísimo: ¡sería astronauta! 
Desafortunadamente, no había nacido con las cualidades apropiadas. Se mareaba si viajaba sentado de espaldas en el autobús, era torpe hasta límites insospechados y, siendo sinceros, tampoco era demasiado inteligente. Como era de esperar no llegó a superar ninguna de las pruebas de la NASA. Lo que le obligó a aparcar su ambición y conducir su vida por unos derroteros más mundanos. Su padre lo enchufó en su empresa y a pesar de ser un trabajador mediocre, cuando su progenitor falleció, se convirtió en propietario de un negocio en auge que le hizo ganar mucho dinero.

Y ahí estaba, en una nave espacial de verdad. Costaba una fortuna, pero sin duda iba a merecer la pena. Compartía el exclusivo viaje con una viuda cincuentona que se había empeñado en pagarle otro pasaje a su gato y un niño de papá al que le habían regalado el billete por su decimoctavo cumpleaños.

El despegue fue bastante brusco. Cerró los ojos y se concentró en no vomitar el desayuno. Poco a poco, la nave se fue estabilizando, hasta que todo se quedó tranquilo.

 —Señores pasajeros. —La voz del instructor de la base sonaba distorsionada por los altavoces—. Ya están en órbita, pónganse cómodos y disfruten de las increíbles vistas.

Se abrieron las rejillas tras las que se ocultaban las ventanas se asomaron para contemplar a través del plástico acrílico. No había palabras para describir lo que veían sus ojos, o al menos Adrien no las conocía. Todo era una enorme vastedad negra plagada de puntitos brillantes; y allí abajo, una bola azul, redonda, extraña. Los tres turistas humanos estaban impresionados ante tanta belleza. 

—Es hora del paseo espacial —dijo la voz del instructor—, por favor póngase los trajes, tal y como practicaron en la base.
Adrien corrió a por el suyo. No podía contener la emoción. ¡Había tan poca gente en el mundo que hubiera estado donde él iba a estar! El joven se acercó después. La viuda se quedó quieta.

—¿Y Misifú? —preguntó—. Yo no voy a ninguna parte sin él.

No hubo respuesta. Y por supuesto no había un traje para el gato. Adrien se empezó a impacientar.

—Señora, ¡debemos salir! ¿No se da cuenta de la maravilla que tenemos delante? Vamos a estar en el espacio, en contacto con las estrellas —le dijo para intentar convencerla.

—Deje aquí al gato. No le pasará nada —continuó el joven que también se moría de ganas de salir fuera de la nave.

La mujer los miró dubitativa. La verdad es que tenían razón. Era una oportunidad única y además había gastado en ello gran cantidad de la herencia de su difunto marido. Con decisión se acercó y empezó a vestirse con el traje. Abrió el transportín y acarició al gato.

—No te muevas Misifú, querido. Mamá volverá enseguida.

El gato olisqueó la mano de su dueña y maulló a modo de respuesta. Ella se apresuró a reunirse con sus compañeros. Cuando los tres estuvieron preparados, accedieron a la cámara de despresurización y pudieron sentir la gravedad cero. 

—Por favor, estén pendientes siempre de sus constantes vitales, estarán anclados a la nave por cuerdas de seguridad. Si tienen cualquier problema, pulsen el botón rojo de emergencia que tienen en el traje y acudiremos en su ayuda lo antes posible.

Asintieron y se abrió la compuerta. Los tres se apresuraron a salir al espacio exterior. Adrien no cabía en su gozo. Dio volteretas, voló, se sintió ínfimo ante la inmensidad del universo. Era algo inimaginable. Miró a sus compañeros, que parecían disfrutar lo mismo que él. Se sentía eufórico, satisfecho, estaba en lo más alto. En dónde siempre había querido estar. No podía ser más feliz.

Tardó un poco en darse cuenta de que quizás se estaba alejando demasiado de la nave. Pero al ver a sus compañeros cerca, no le dio importancia, además estaban las cuerdas de anclaje. Agarró la suya con firmeza y la usó como guía para acercarse, el espacio era una pasada, pero necesitaba la seguridad de estar cerca del vehículo. No había recorrido más de medio camino cuando le dio un vuelco al corazón. La cuerda se había soltado ¿cómo era eso posible? Pulsó de forma frenética el botón rojo mientras pedía auxilio por la radio. Empezó a hacerles señas a sus compañeros que aún no se habían percatado de nada.

En medio de la histeria no podían verlo, pero en la nave, el transportín de Misifú se había quedado abierto y el animalillo roncaba tranquilo encima del panel de mandos.


Reto 01: Inventa un cuento que suceda en las estrellas.
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