Eran las siete menos cuarto. Miré nervioso el móvil mientras esperaba en la barra a que la camarera me sirviera el café. Era un local luminoso, de techo alto, con las paredes empapeladas de color crema. En medio había tres antiguas mesas con sillas restauradas. Al fondo, unos sillones de cuero y unos baúles rectangulares que hacían de mesillas que daban el toque vintage al conjunto.
—Aquí tiene —me dijo la mujer—, son tres euros.
Dejé las monedas sobre la barra, agarré la taza y me senté en uno de los sillones. Observé la calle Grafton a través de la cristalera de la pared de la entrada. La gente andaba rápido, embutida en gruesas chaquetas. Dublín era frío a principios de noviembre. Volví a mirar el móvil. Menos cinco. Suspiré y dí un sorbo al café. Saqué mi cuaderno de notas y empecé a ojearlo por enésima vez. Tenía que asegurarme de tener todo bajo control, esa reunión era muy importante.
Las campanas de la iglesia de Santa Teresa anunciaron las siete. Torcí el gesto. Se estaba retrasando. Saqué de nuevo el móvil y entré al correo electrónico para asegurarme de que, tanto la fecha como el lugar, eran correctos.
—¿Señor MacGorman? —escuché de repente a mi lado. Alcé la vista para ver quien hablaba. Era un tipo pequeño, ataviado con un traje impoluto. Pelo corto y moreno y rasgos amables. Asentí con la cabeza y el hombre alargó su mano. —Soy Alfie Rogers, de “Page One”.
Me levanté y estreché su mano.
—Llameme Neil, por favor —Señalé el sillón vacío para que tomara asiento —¿quiere beber algo? —pregunté. El hombre sacudió la cabeza y se sentó dejando su maletín sobre la mesa.
—Mire, Neil —me dijo después de observarme unos instantes—, no me voy a andar con rodeos. El manuscrito que nos ha mandado es muy bueno y nos encantaría tenerlo en nuestro catálogo. —Sonreí. Sentaba genial escuchar esas palabras—, pero… —se acercó a mí, como si me fuera contar un secreto—, como ya sabrá, esto es un negocio, y tengo que asegurarme de que, si le metemos en plantilla, todo lo que usted escriba va a tener, como mínimo, ese nivel, porque si no…
—Alfie —le corté con confianza—. Le puedo asegurar, sin ningún tipo de duda, que si me contratan en su editorial, solo van a recibir escritos de la más alta calidad. Si se diera el caso de que alguna de mis obras no cumpliera sus expectativas, me comprometo a cederles todos los derechos de autor de las que hayan sido exitosas —el hombre me miró sorprendido y alzó las cejas—. A cambio quiero un ochenta por ciento de los beneficios.
—Eso es mucho, pero creo que podemos ajustarnos. Veo que confía en su trabajo, y eso me gusta. ¿Firmaría esa cláusula por escrito? —Asentí y sacó un formulario del maletín. Escribió un par de líneas a bolígrafo y me lo ofreció—, le dejo para que lo lea y lo estudie tranquilo —dijo levantándose—. Para cualquier duda, tiene usted mi contacto.
Sonreí satisfecho y observé cómo salía de la cafetería. Metí la mano en el bolsillo y acaricié el botecito donde tenía encerrada la musa que tanto tiempo me había costado capturar. Teníamos mucho trabajo por delante.
Ejercicio curso de escritura creativa - Avanzado - Escena y personaje: Escribir un relato que contenga una escena inspirado en la foto.
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