“Todas las mañanas, Don miraba el buzón, pero nunca había carta de ella.
No habrá tenido tiempo, se decía.”
Formaba parte de su rutina matinal: Despertador, café, buzón y paseo hasta la tienda.
Regentaba una pequeña librería, situada al lado de la universidad, que se sustentaba gracias a los estudiantes y a sus fieles parroquianos que lo visitaban, mínimo, una vez a la semana.
—¿Qué te pasa hoy, Don? —le preguntó Nicole, una profesora que se pasaba todas las mañanas antes de sus clases—. Te veo tristón.
Don mostró un gesto mohíno.
—Tranquila, Nicole —le contestó mientras abría una caja repleta de libros que acababa de venir con el reparto—, son cosas mías.
Nicole se acercó al mostrador y le miró. No destacaba por su belleza, pero había algo en ella que la hacía encantadora.
—¿Es por Daisy? —preguntó tocando su brazo —. ¿Sigues sin tener noticias?
Don no levantó la vista de la caja, pero tampoco se apartó. El peso de su mano era una sensación agradable. Sacudió la cabeza.
—Hoy es nuestro aniversario —musitó en voz baja, casi para sí mismo—. Pensaba que me escribiría —Alzó los ojos para encontrarse con la mirada azul y profunda de Nicole. Ella le sonrió con ternura y, durante unos segundos, la tienda le pareció un poco más luminosa.
—Quizá se haya retrasado el correo y te llegue mañana —le dijo con voz amable.
Don volvió a sacudir la cabeza, cogió su mano y se dejó envolver por su calidez, por su serenidad, por su pasión. Todo eso le dio el valor que necesitaba para enfrentarse a la realidad.
—No, Nicole. Ya ha pasado demasiado tiempo —dijo y empezó a acariciar el suave dorso de su mano—. Daisy se marchó porque necesitaba crecer —sonrió con tristeza—, y ha crecido tanto, que aquí nos hemos quedado todos pequeños para ella.
Nicole se dejó llevar por ese cosquilleo que nacía de la boca de su estómago cada vez que tenía a Don cerca y le acarició la mejilla. Llevaba tanto esperando esas palabras.
Cerraron los ojos, acercaron sus rostros y se fundieron en un beso que fue la bocanada de aire que ambos necesitaban.
En la otra punta del mundo, Daisy notó un hormigueo en el cuello. Se rascó distraída y pensó: «Tengo que escribir a Don».
Ejercicio curso de escritura creativa - Avanzado - Comienzos: Escribir un relato que comience por esta frase: “Todas las mañanas, Don miraba el buzón, pero nunca había carta de ella. No habrá tenido tiempo, se decía.”
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