La puerta se abrió un palmo y por el resquicio se asomó un rostro pálido de pelo moreno. Amplió su sonrisa, con cuidado para que no se viera demasiado exagerada, y habló.
—¡Buenos días! —saludó de forma amable, — ¿Es usted el dueño de la casa?—preguntó.
El señor al otro lado de la puerta no contestó. Dentro se oían más ruidos, una voz que parecía un gemido ahogado que imaginó que sería la tele. El propietario lo miró con un gesto inquietante. Eso no le afectaba. Estaba cualificado para enfrentarse a cualquier situación.
—Mi nombre es Nerón —se presentó con seguridad —trabajo para Aspimundo. —Esperó unos instantes para ver si notaba algún cambio en el rostro al escuchar la conocida marca— La de los aspiradores inteligentes —nada, el rostro se mantenía impasible— Seguro que ha visto el anuncio en la tele… “Aspimundo, aspirando el nuevo mundo” —tarareo el pegadizo slogan. Soltó una risa nerviosa al ver que no conseguía llamar su atención —La reconoce ¿Verdad? —preguntó. De nuevo, como respuesta solo obtuvo silencio.
Nerón no esperaba un gran recibimiento por parte de sus posibles clientes, pero aquella forma de hacerle el vacío le molestaba. Casi prefería a los que no le abrían la puerta. Volvió a coger aire con disimulo. No iba a permitir que se le notara.
—¿Tiene usted un buen aspirador en casa? —dijo, abrió el maletín y sacó el folleto del último modelo de maquinaria inteligente para el hogar. Se lo puso delante de la cara. —y a parte de aspiradores tenemos de todo, barredoras domésticas, hidrolimpiadoras, vaporettas ¡Hasta un robot limpiador!
Los ojos del extraño hombre brillaron lo justo para darse cuenta que había dado en el clavo. Busco la página con Raimundo 3000, el nuevo modelo de robot y se lo mostró.
—Limpia, cocina, plancha y hasta hace la cama. Y lo mejor ¡se deshace y recicla esa basura que nunca sabemos en que contenedor tirar! —le dijo guiñándole en ojo.
Una mano pálida y huesuda apareció por el resquicio, agarró el folleto y cerró la puerta. El gemido que no había dejado de oírse durante toda la visita se hizo más agudo y se calmó después de un par de golpes secos. Enseguida se escuchó la cadena y la puerta se abrió de par en par.
En el umbral estaba el hombre pálido, con una camiseta llena de grandes manchas granates oscuras. De la casa salía un olor rancio y desagradable. Nerón no se movió. El hombre arrugó la cara en lo que creyó que era una sonrisa y le dijo con una voz áspera y vacía de sentimientos.
—Pasa, quiero que me muestres como limpia y recicla ese robot que vendes.
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