Corres a través de las calles, la luz de las farolas apenas alumbra tu camino. Hace rato que no sabes hacia dónde vas, pero lo que sí que tienes claro es que los tienes cerca.
Son tres, vuelves la cabeza, uno de ellos se está quedando atrás. Sonríes, tienes suerte de ser tan rápido, no quieres imaginar lo que te va a pasar si te alcanzan.
Giras a la derecha y esquivas unas bolsas de basura, el callejón se estrecha a medida que avanzas, el corazón te va a mil por hora, pero es esta adrenalina lo que te da vida.
Al fondo hay una valla metálica, trepas y de un salto llegas al otro lado. Te detienes un segundo para coger aliento y los ves llegar. Miras a tu alrededor, hay varios edificios altos y uno de ellos tiene el portal abierto. No lo piensas y corres hacia ahí. Subes unas empinadas escaleras de caracol con la esperanza de no haberte quedado encerrado. Los escuchas por detrás, cada vez más cerca.
La puerta de la azotea está cerrada, le das una fuerte patada y se abre. Te haces daño en la pierna, pero eso no es importante ahora, ellos casi están aquí.
Sales al exterior y el mundo se te cae encima, puede que te hayas equivocado, puede que no tengas escapatoria.
Pero de repente lo ves claro, el otro edificio está cerca, si das un buen salto, puedes llegar a la siguiente azotea. Te giras y los ves salir por la puerta. Es el momento.
Coges carrerilla y mientras das un grito, te lanzas.
En el instante que das el salto entiendes que ya no hay vuelta atrás. No te arrepientes, pero hay una parte dentro de ti que sabe que te has precipitado.
Miras abajo. No deberías haberlo hecho. Hay una caída enorme. No vas a sobrevivir a eso.
Esperas haberte dado suficiente impulso, pero hay mucha distancia. La repisa del otro edificio no está lejos, pero es posible que no llegues a alcanzarla.
Entonces piensas en ella, en Sofía, en qué podrías haberle dado una vida mejor. En que no le iba a quedar nada. Piensas en que si tuvieras otra vida, otra oportunidad, cambiarías tantas cosas... Cierras los ojos, ojalá pudieras llorar. Solo te queda ser fuerte y enfrentarte a tu destino. Ahora mismo no tienes nada que no te hayas buscado.
E, inesperadamente, pasa. Chocas contra la repisa y te agarras a ella con desesperación. Te has destrozado el hombro, pero eso sigue sin ser importante. Te impulsas con un rugido de dolor y asciendes a la azotea. Estás a salvo. Tus perseguidores te miran desde el otro lado con asombro. La distancia es demasiado grande, no van a saltar por un mindundi como tú.
Lanzas un aullido victorioso, buscas la puerta para salir del edificio y corres hacia ella. Mientras bajas las escaleras no puedes parar de reírte. Esta vez te has salvado por los pelos. Pero ¿y la próxima? La próxima tampoco importa ahora.
Aunque quizá deberías llamar a Sofía.
Ejercicio curso de escritura creativa - Avanzado - Ritmo - Escribir un relato en el que se muestren diferentes ritmos.
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