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—Ya no queda tanta gente, Maribel —contestó tranquilo mientras giraba con suavidad el volante a la derecha. Me crucé de brazos y suspiré con desgana.
Íbamos en un Lamborghini color turquesa por las desiertas calles de Madrid.
Carlos hacía rugir el motor consciente de que si hubiera alguien vivo para vernos, se moriría de la envidia. El coche estaba nuevo
—Es increíble que fuera uno de los pocos coches con el depósito lleno en el concesionario —dijo. Giró hacia la izquierda y redujo la velocidad para esquivar un contenedor volcado y dos cadáveres que, por la pinta, llevaban ahí unas cuantas semanas. Ya no quedaba mucho para llegar a nuestro destino.
—La furgoneta también tenía el depósito lleno —le reproché—, hubiese sido más útil para cargar provisiones.
Volvió la cabeza para mirarme.
—¿Y dejar esta maravilla abandonada? —soltó esa risilla suya tan irresistible—. Ni de coña. Si querías la furgoneta, deberías haberla cogido tú.
Eso me dolió, ambos sabíamos de sobras que me daba pánico conducir.
No sé cómo sería antes de que el mundo se fuera a la mierda, pero en el fondo, Carlos, no me parecía un mal tío. Podría ser ese aire a lo James Dean, que incluso ahora, te atraía sin remedio. Pero había demostrado en muchas ocasiones que era fuerte, ágil, habilidoso, resolutivo… el líder que necesitaba nuestro pequeño grupo de supervivientes.
Aparcó el coche al lado del refugio, volvió a hacer rugir el motor y tocó el claxon con una gran sonrisa. Un par de compañeros salieron del refugio para comprobar que era ese follón y estallaron en carcajadas al ver el carísimo cochazo en la puerta.
Lo miré mientras bajaba del coche y empezaba a bromear con ellos. Agité la cabeza y sonreí. Sí, era un imbécil, pero con su pequeña rebeldía, había conseguido hacer nuestra realidad un poco más llevadera. Bajé yo también y me uní a las risas. Ya volveríamos a por la furgoneta.
Ejercicio curso de escritura creativa - Avanzado - Presentar a un personaje - Escribir un relato en el que se presente a un personaje.
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